“La definición de socialismo: una lucha incesante contra una serie de dificultades que no existirían en cualquier otro sistema”
Chiste húngaro de la década de 1950
El pensamiento anterior estriba en la experiencia relatada a través de las páginas del libro El Telón de Acero: Destrucción de Europa del Este 1944-1956 (Anne Aplebaum, Debate, 2014), el cual describe la ya nada remota realidad que representó la expansión del comunismo soviético como sistema político, económico y moral en 12 países del llamado viejo continente, posterior al cierre de la Segunda Guerra Mundial. Guardando no pocos puntos en común respecto a la situación venezolana, en esas naciones entonces ocupadas se dirigió una política coordinada de resquebrajamiento de la propiedad privada y el libre comercio aún subsistente, basada en la profunda animadversión que sus dirigentes concentraban hacia la autonomía individual, a través de medios indirectos como la estatización de la economía (monedas nacionales débiles o inexistentes, control de precios, altos impuestos y, por supuesto, mucha propaganda) y directos (tomas de fábricas o empresas –expropiaciones-, saqueos, hurtos, y otras formas de violencia oficial institucionalizada o auspiciada entre particulares). El rostro de la tragedia, usualmente percibida por medio de todas aquellas imágenes de largas filas o colas para obtener alimentos que padecieron los habitantes de aquellos países, hoy no sólo no resultan indiferentes para muchos caraqueños, tachirenses, apureños o más recientemente cumaneses, sino que, por el contrario, se traduce en un despertar casi inconsciente (en reacción a la pérdida, en muchos casos, irreparable de sus negocios) de los comerciantes y propietarios de zonas azotadas por los saqueos o por consecuencia de la discriminación deliberada, a todos por igual, que hoy se personifica en aquello llamado Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), figura por cierto nada novedosa en la extensa y cruel estrategia de los colectivismos más primitivos que la humanidad haya visto. Estos y otros aspectos se abordarán en la siguiente entrega del Observador de Coyuntura.
Las 5 noticias clave:
1) Funcionamiento actual de los CLAP puede dar motivación al lucro político
La pretensión arbitraria de control sobre los alimentos, es decir, sobre su producción y distribución, es una vieja práctica que se remonta a los gobernantes de la antigüedad, quienes comprendían que su intromisión en el proceso de mercado generaba enormes grados de dependencia, incertidumbre, empobrecimiento y deterioro de la propiedad privada, dando así paso a la creación de monopolios bajo la jurisdicción de la autoridad central encargada de dictar modos y fines sobre esos bienes. Este, a grosso modo, sería hoy el sentido perverso que caracteriza a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), como subestructuras del Poder Comunal encargadas que administrar no la “correspondencia” de una bolsa de alimentos por planilla, carta de racionamiento o como desee usted llamarlo a una familia, ni mucho menos asegurar su abastecimiento ni producción (pues estas personas en realidad no producen nada a gran escala y no puede llamarse abastecimiento a la entrega de una bolsa de comida cada 25 días), sino de gestionar la escasez y la miseria sobre la base de lealtades o intereses dentro de un intento violento de consolidar un igualitarismo primitivo que permee en todos los estratos de la sociedad.
En este sentido, estamos en presencia no de una privatización y un lucro político como lo asegura el profesor Roberto Briceño León, sino del afianzamiento de un política sistemática basada en la hegemonía y el privilegio sobre el sector de los alimentos (monopolio estatal), así como de la exacerbación de la corrupción, el expolio y el mercado negro. Es de suma importancia diferenciar el uso de estos conceptos dentro de lo expuesto en la reseña y lo que ellos significan en países modernos y prósperos, pues la privatización requiere del funcionamiento del Estado de Derecho, la vigencia de los derechos de propiedad y seguridad ciudadana para que los particulares puedan disponer sobre aquellos bienes obtenidos lícitamente sin lesionar derechos de otros; por su parte el lucro hace referencia originalmente a la valoración subjetiva que realizan las personas sobre los bienes y servicios ofrecidos en el mercado, premiando con su preferencia a una determinada marca o producto, proceso éste por cierto deseable en toda sociedad. Dado que difícilmente alguna de estas características se cumple hoy en Venezuela, ciertamente la realidad de los CLAP dista mucho de parecerse a lo que, en los países libres y democráticos, se entiende como privatización y lucro, por lo que estaríamos más bien en presencia de políticas sistemáticas de violación a derechos humanos.
2) Convertidos en cementerios los muelles expropiados en el lago de Maracaibo
La tragedia y desolación que puede observarse en muchos casos de tomas violentas y coactivas de la propiedad privada se asemeja a retratos de parajes desérticos y arruinados, azotados por desastres naturales o guerras. Sean empresas, tierras agrarias, industrias, pequeños comercios, etc., estos hechos, cuya gravedad es sólo proporcional a la responsabilidad de sus promotores, se encuentran dispersos a lo largo del país como un difuso recuerdo de lo que tiempo atrás fue la esencia de la productividad y el intercambio civilizado. Desde que en mayo de 2009 el hoy fallecido Hugo Chávez ordenó a efectivos castrenses la toma inmediata de todas aquellas propiedades de 73 contratistas entonces autorizadas de gestionar los muelles y diques de la costa oriental del lago de Maracaibo, inició un proceso de depredación masiva que hoy evidencia sus últimas consecuencias: embarcaciones, equipos, maquinarias y puertos reducidos a escombros y materiales de segunda mano para hacer cabillas de la Gran Misión Vivienda Venezuela, sin contar la enorme cantidad de empleos directos e indirectos que fueron abolidos. “Muchos de los trabajadores que se alegraron por las expropiaciones hoy reconocen su equivocación y hablan de que son explotados en lo económico y atropellados en sus condiciones laborales”, palabras de Juan de Dios La Corte, antiguo propietario de la empresa Gutesca allí confiscada. Quizá sea esta la única lección seria que puede extraerse de la nota, las de esas cicatrices del socialismo primitivo que nunca deberían borrarse de nuestra memoria colectiva.
3) Hacer negocios en Venezuela es peor que en Haití y Etiopía
La más reciente actualización del informe global que evalúa las facilidades para constituir empresas y hacer negocios en los países, mejor conocido como Doing Business, indicó que Venezuela se ubica a la cola del ranking, junto a naciones como Haití, la República del Congo, Chad y Sudán. Situada en la posición 186 de 189 países del mencionado índice auspiciado por el Banco Mundial, el nuestro reprueba constantemente en variables como protección a la inversión, obtención de créditos, acceso a la electricidad y cumplimiento de contratos, lo cual refleja la precariedad de una economía nacional en donde se requieren de 144 días a razón de aproximadamente 17 procedimientos diarios para abrir una empresa, lejano a los 29,4 días que se necesitan en promedio para otras naciones de América Latina y el Caribe. La gravedad de estos números es quizá sólo inferior a la concientización de sus implicaciones para los venezolanos ante el aumento de la escasez y la pobreza generalizada, pues se trata de una reducción drástica de la inversión nacional y extranjera ante la ausencia de condiciones para prosperar y la anulación de nuevas oportunidades de empleos privados productivos producto de la innovación y la captación de talento. Sin derechos de propiedad que ofrezcan garantías y protección al capital invertido, así como la permanencia del control de cambio que genere pérdidas astronómicas por impagos de la República (véase el éxodo de las líneas aéreas internacionales o de empresas de alimentos y el sector automotriz), Venezuela continuará siendo tan sólo el país de las potencialidades y de los recursos naturales que hoy día se encuentran monopolizados por el poder político.
4) Empresas privadas comienzan a endeudarse para mantenerse operativas
El control de cambio impuesto desde el año 2003 puede que no haya servido para evitar la enorme fuga de capitales en la última década (131.538 millones de USD aprox. con posibilidad de ser más), pero sin duda ha sido de mucha utilidad para asfixiar a la empresa privada y transferirle la culpa de los pobres resultados de sus políticas. Uno de los más recientes casos de evitar el cierre de líneas de producción podría ser el de Empresas Polar, quien solicitó un préstamo por 35 millones de USD a la institución financiera BBVA para la compra de materia prima y posterior reactivación de sus productos cerveza y malta, utilizando como aval sus acciones en Inversiones Banpro International Inc. de Curazao por un lapso de 6 meses, instando al Gobierno nacional a que abra caminos de acceso a divisas que permitan la cancelación de la deuda. Con este tipo de acciones, las aún existentes empresas, fábricas e industrias que hoy permanecen abiertas en Venezuela intentan prolongar su funcionamiento y el mantenimiento de sus nóminas, aunque tal opción resulte factible sólo para las más grandes o con el músculo financiero necesario para soportar la discriminación, corrupción y violación de sus derechos y el de sus consumidores, es decir, el libre acceso a divisas bajo un sistema sin control de cambio, lo que es decir, limitar la acción interventora del Gobierno como la mejor opción de política económica.
5) Unete: crisis incrementa el ausentismo escolar y la muerte de infantes
Si existe un grupo poblacional especialmente vulnerable frente a escenarios de escasez, desabastecimiento y hambruna como el que hoy afecta Venezuela, ése es el de los niños y jóvenes. Así lo plantea José Antonio García, integrante de la Federación de Trabajadores URT Sucre y la Central Obrera Unete. El enorme déficit y malnutrición infantil que hoy se vive en diversos planteles escolares a nivel nacional ha generado un impacto directo en los índices de ausentismo escolar, deserción escolar, morbilidad y mortalidad en este grupo etario, sumado al ya crítico estado de las redes públicas de salud y atención primaria. Los padecimientos por malnutrición afectan no sólo aspectos morfológicos, cognitivos y psicosociales en los niños y adolescentes en etapa de crecimiento y desarrollo al presente, sino que además acumula estas deficiencias a lo largo del tiempo, perturbando su futura inserción en el ámbito productivo (capital humano o trabajo) de aquellas actividades de su preferencia, situación ésta que convierte este drama en un asunto de orden generacional en donde la propiedad sobre sí mismo y la toma de decisiones de estos futuros adultos buscan ser transferidas a la autoridad central, pues el pensamiento, la autonomía, la crítica, el trabajo y la responsabilidad deben ser socavados y reducidos a la indigencia partiendo de la debilidad física y orgánica, por lo que debe hacerse un llamado a padres y representantes a que unan sus voces para repudiar esta política de escasez deliberada con fines políticos.
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Elaborado por: Carlos Herrera – investigador Observatorio de Derechos de Propiedad
Para más información: carloshcedice@gmail.com
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