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Boletin 40: Se agudiza la hiperinflación y fustiga a los venezolanos

 

Tal y como adelantábamos en la edición anterior la llegada de la Navidad fue desplazada por la llegada de la hiperinflación, cuyos efectos hoy fustigan a todos los habitantes del país, sin excepción. La noticia que ha marcado la pauta para esta edición es el refinanciamiento de la deuda anunciado por el gobierno y la posibilidad de que Venezuela entre en default, es decir que no cumpla con las obligaciones de pago a sus acreedores. Esto sólo agudizará aún más la crisis en los hogares venezolanos, que ya han sido sacudidos. A propósito de esto, en la sección la Lupa, en “La gente detrás de los números”, se habla sobre uno de los estudios más recientes de More Consulting dedicado a las percepciones sobre la situación económica de los venezolanos. Destaca cómo la difícil situación económica ha incidido sobre las opiniones de los encuestados sobre el socialismo del siglo XXI, cómo este modelo por sí solo se ha encargado de aniquilar la posibilidad de trascender en el tiempo y abrir la oportunidad a la promoción de la libertad económica y el emprendimiento.

En la sección Historias ciudadanas se presentará el caso del Central Azucarero La Pastora, empresa cuya formación ha impulsado el surgimiento de una población que se une a la misma en una importante relación simbiótica desde hace 65 años y que junto al Central El Turbio, constituyen los más recientes episodios de intervención de empresas privadas por parte del Estado venezolano.

Finalmente, en la sección Reflexión “Combatir la pobreza, en libertad”, se hace referencia a los microcréditos y como es que éstos son un formidable instrumento para combatir la pobreza, pero sólo tienen éxito en contextos caracterizados por la fortaleza del estado de derecho y las libertades económicas, en los que exista una institucionalidad fuerte. De lo contrario sólo serán un débil paliativo para mitigar la pobreza de los más indefensos.

LA LUPA: La gente detrás de los números

Por Ana María Carrasquero

En uno de los más recientes estudios de More Consulting acerca de las percepciones de los venezolanos sobre la economía del país se revelan cifras interesantes, entre las que destaca que un poco más del 70% de los consultados evalúa negativamente al denominado Socialismo del siglo XXI y no tiene confianza en que con este modelo pueda haber mejoría en el futuro. Mientras que un 78% opina que no podrá sostenerse en el tiempo. Es así que el 83% percibe que en la actualidad la situación económica del país es mala. En consecuencia, el 85% piensa que para que la actual crisis mejore, es imperativo que el modelo cambie. Esta rápida mirada a los resultados de este estudio revela el clamor de la ciudadanía, al país no se le puede seguir obligando a caminar hacia el despeñadero.

72%

piensa que no es cierto que con los CLAP ahora haya más productos y menos colas, como sostiene el discurso oficial.

Entre las medidas que se consideran más viables para contribuir a recuperar la economía del país el 68% se decanta por reducir los controles sobre los empresarios y ayudarlos a producir (31,3%), que el gobierno deje de intentar ser el dueño de todos los negocios del país (21,7%) y luchar contra la corrupción y mejorar la distribución de dinero entre la gente (15,1%). Este es un momento crucial para los empresarios, no importa si usted es un emprendedor por cuenta propia o si es el responsable de una empresa (del tamaño que sea). Hable con la gente, si usted no lo sabe, hoy su labor en este país es de gran trascendencia. El gobierno ha demostrado durante casi dos décadas por qué no debe “meterse” a empresario.

Sigamos con el estudio de More Consulting y adentrémonos en las autodefiniciones de los encuestados. Encontraremos que los electores opositores y los no alineados, demandan restringir el poder del Estado para controlar e intervenir la economía nacional. Mientras que aprueban que el sector empresarial venezolano trabaje con libertad.

Por su parte, los electores chavistas tienden a creer en un autoritarismo económico de corte socialista, centrado en reforzar el poder de las regulaciones económicas del Estado sobre el sector privado y luchar contra una aparente conspiración de políticos opositores y empresarios privados.

La mayoría de los venezolanos, incluyendo dos tercios del electorado chavista tienen confianza en el sector privado empresarial para mejorar la economía del país. Esto es notable cuando el país ha vivido casi 18 años de discurso anti-capitalista desde el ámbito del Estado y el nacimiento de una clase empresarial corrupta bajo el cobijo del Estado central. Casi todo el electorado opositor y no alineado, junto con más del 15% del chavista apuesta por una economía dominada por el sector empresarial privado.

Detrás de estos números hay gente. Son personas que más allá de su autodefinición política están siendo triturados por esta crisis ocasionada por la imposición de un modelo que de forma deliberada ha violado la libertad económica de todos para imponer el socialismo del siglo XXI, que a escasos dos años de cumplir dos décadas está haciendo de Venezuela tierra arrasada.

Si usted lee estas líneas y está al otro lado de las fronteras nacionales, no importa si compartimos gentilicio, lo importante es que si usted alguna vez ha oído decir que esta es la peor crisis por la cual ha atravesado esta tierra durante su historia contemporánea, créalo. Esta no es una exageración, no es el discurso de una tarifada de la imaginaria guerra económica, son las palabras de una ciudadana que camina entre la gente y que hoy pude ver la desesperanza en los ojos de las madres que salen en compañía de sus hijos a mendigar o registrar en la basura buscando qué comer. La desesperación de quienes hacen el esfuerzo por comprar comida y cada vez que ven los precios se preguntan cuánto tiempo más podrán resistir sus bolsillos. El suplicio de un enfermo para conseguir tratamiento que ve cómo su vida se le escapa de poco en poco. La angustia de aquel que tiene un negocio o una empresa y se pregunta si podrá seguir adelante. Todas estas cosas y otras inenarrables están pasando en mi país.

Mientras esto ocurre, la mirada del mundo está sobre Venezuela. La falsa ilusión que se alimentó internacionalmente de las obras y milagros de la revolución, se desmigaja. Si usted es defensor de derechos humanos, y aún no se ha enterado, sepa que aquí atravesamos una crisis humanitaria y que la violación de derechos humanos está mal, la perpetre quien la perpetre. Si usted se dice de izquierda y por lealtades ideológicas aún no ha denunciado, sienta vergüenza. Los derechos humanos no conocen ni de derechas, ni de izquierdas. Así que atrévase, abra los ojos y alce la voz, súmese a denunciar la tragedia que estamos viviendo.

En este momento, tenemos una gran responsabilidad entre manos, no podemos dejar que Venezuela desfallezca. Los partidos políticos, y los ciudadanos, tanto los que seguimos aquí, como los que decidieron abrirse camino fuera del país. Todos, absolutamente todos somos necesarios.

Usted dirá, el párrafo anterior es una buena arenga, pero eso sólo eso. Así que le insto a que no se acostumbre, no se resigne, alce su voz cada vez que deba hacerlo. Si vive afuera, sea nuestro embajador, hable de la situación de nuestro país. Si está aquí, recuérdele a la gente que esta no es una situación normal, que no llegamos a este punto por pura coincidencia, que los responsables tienen nombres y apellidos. Que si bien es cierto que la mayor parte de la población ha sido reducida a un estado de sobrevivencia y que hablar de libertad puede parecer una necedad cuando el estómago está vacío desde hace días, es menester hacerlo. Solo en democracia seremos libres.

HISTORIAS CIUDADANAS: Central Azucarero La Pastora

Para llegar al Central Azucarero La Pastora (CALPA) desde Carora se debe transitar por 50 minutos la Autopista San Cristóbal-La Fría. Quienes han recorrido esta vía saben de su belleza, a cada lado solían verse tierras cultivadas. Si se hacía un alto en el camino, justo en el puesto de control La Pastora, podía verse a lo lejos una columna de humo blanco proveniente del Central. En época de zafra era todo un espectáculo presenciar la entrada de los camiones cargados para arrimar la caña al Central. En ese espectáculo se resumía el trabajo arduo de los productores y la tarea por empezar, que desde hace más de una década cuenta con la certificación ISO 9001 que habla del compromiso con la calidad total.

Los 65 años de historia de CALPA están ligados inexorablemente a Carora, porque fueron caroreños quienes fundaron esta empresa. En torno al valle en el que se creó el Central, se estableció el pueblo La Pastora, una comunidad que se formó con los trabajadores azucareros. Hoy son decenas de casos en los que los padres comparten sitio de trabajo con sus hijos, quienes han seguido sus pasos y se han convertido en trabajadores en la misma empresa. Son esos mismos abuelos, padres e hijos quienes siguen en la incertidumbre luego de la intervención del Central ocurrida el pasado mes octubre de 2017.

A continuación, reproducimos el comunicado oficial que emitió el Central a sus trabajadores luego de la intervención.

REFLEXIÓN: Combatir la pobreza, en libertad

Por Rafael Quiñones

Ya desde la segunda mitad de la década de los 70 comenzó a hablarse del microcrédito como un buen instrumento para el desarrollo económico y social, especialmente dirigido para los más pobres de una nación. La idea es muy sencilla: Conceder créditos a los más desposeídos, pero que con el mismo, tengan el interés por salir adelante creando una pequeña empresa, implementar mejoras a sus hogares, o para otros fines como la educación. Se considera este instrumento como una alternativa razonable ya que en principio fomenta el esfuerzo, la responsabilidad individual, el progreso personal y de la sociedad. Como sacado del viejo proverbio sobre dar pescado o enseñar a pescar.

Según Joanna Ledgerwood en su libro “Microfinance Handbook: an Institutional and Financial Perspective”, se puede definir como microfinanza “la provisión de servicios financieros para personas en situación de pobreza, microempresas o clientes de bajos ingresos, incluyendo consumidores y auto-empleados”. La esencia en la provisión de estos servicios es que los mismos se den de manera sostenible en el tiempo. El servicio de microfinanza más conocido a nivel mundial es el microcrédito: una extensión de préstamos muy pequeños a prestatarios pobres que típicamente carecen de un colateral, un empleo fijo o un historial de crédito verificable.

Se considera que el microcrédito moderno se originó con el Banco Grameen fundado en Bangladesh en 1983 por el bangladeshí Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz del año 2006. Yunus estableció la noción de microcrédito para diseñar un sistema de crédito que pudiera otorgar servicios bancarios a la población rural pobre. El concepto tiene su eje central en que las personas pobres tienen habilidades que se encuentran poco utilizadas por lo que, con un pequeño incentivo, éstas pueden generar dinero y progreso personal. Un acercamiento basado en aplicar la «presión del compañero», ya que gracias a esta se puede asegurar que los deudores sigan el procedimiento del préstamo y realicen sus decisiones financieras con disciplina, asegurando el repago de los prestado y permitiendo que los deudores generen una buena situación crediticia. La política crediticia de este tipo de entidades financieras que desean apoyar a la población no atendida, propicia muchas veces que sus clientes sean mujeres, lo que genera efectos secundarios positivos adicionales, incluyendo el empoderamiento de una sección marginada de la sociedad, quienes comparten el mejoramiento de sus ingresos con sus hijos, a diferencia de lo que pasa con una gran cantidad de los hombres.​

Generalmente para combatir la pobreza se ha apelado a ciertas fórmulas políticas y económicas que, si bien en un principio parecen generar cierto bienestar en los más pobres, terminan a la larga destruyendo todo el sistema productivo de una sociedad, en detrimento de todos.

Muchos de los bancos tradicionales posteriormente introdujeron el microcrédito a pesar de sus recelos iniciales, incluyendo algunos pocos en Venezuela hace unos años. Para el 2012, el microcrédito es ampliamente utilizado en países en vías de desarrollo y se presenta como una «herramienta con enorme potencial para la reducción de la pobreza”.

El objetivo más conocido de este tipo de políticas públicas que provienen generalmente del sector privado de la economía, es fomentar la independencia financiera entre los pobres, sin que se tenga que apelar a grupos privados o a subsidios gubernamentales. La idea es financiar emprendedores de los estratos más bajos de una sociedad, para así estimular comunidades enteras, ya que, en muchas zonas pobres de países del tercer mundo, personas de bajos ingresos (especialmente mujeres amas de casas) carecen de un historial laboral estable que los prestamistas tradicionales tienden a requerir. Muchas de las personas que solicitan este tipo de préstamos son analfabetas, y por tanto incapaces de completar el papeleo necesario para conseguir préstamos convencionales.

Generalmente para combatir la pobreza se ha apelado a ciertas fórmulas políticas y económicas que, si bien en un principio parecen generar cierto bienestar en los más pobres, terminan a la larga destruyendo todo el sistema productivo de una sociedad, en detrimento de todos. El más repetido, incluso luego de la caída del Comunismo en las décadas de los años 80 y 90 del siglo XX, es tanto el proteccionismo hacia los empresarios locales desde el Estado Nacional como la planificación económica central desde un Estado empresario. El caso venezolano ha dejado claro en pleno siglo XXI que estas soluciones no sólo son erróneas sino potencialmente catastróficas dentro de los países en que se experimentan.

El microcrédito ha sido percibido por algunos estudiosos como algo negativo, ya que podría llevar a que las comunidades financiadas contraigan deudas de las cuales no podrán escapar, porque muchos préstamos se solicitan sólo para consumo temporal y no para producción a largo plazo. Igualmente, organizaciones como el instituto Mises de Jeffrey Tucker argumenta que el microcrédito no podía influir sobre problemas sociales como en el analfabetismo y la falta de educación en los estratos más pobres de una sociedad, en aquellos países en que el Estado no es eficiente suministrando servicios públicos. Por otro lado, estudios de investigadores como Yoolim Lee y Ruth David evidenciaron que en un contexto de escasa institucionalidad económica inclusiva se puede generar casos de familias pobres rurales que se precipitan hacia espirales de deuda, acosos de los cobradores de los préstamos y en algunos casos de suicidios en el contexto de acceder a financiamiento de los microcréditos.

Entonces ¿El microcrédito es sólo otro callejón sin salida en la titánica tarea de reducir e incluso erradicar la pobreza en las sociedades del tercer mundo? En absoluto, pero deja claro que no es una panacea ni debe ser la columna central para reducir la pobreza a menos que se ensamble con otros factores sociales y económicos. Se necesita primeramente una institucionalidad gubernamental que garantice un estado de derecho y a su vez posibilite intercambios económicos libres entre individuos. Igualmente, el Estado debe suministrar de manera eficiente a los más pobres servicios públicos de alta calidad como educación, salud, vivienda, justicia y las regulaciones económicas adecuadas para el emprendimiento económico. Indistintamente, para que el microcrédito florezca como elemento para combatir la pobreza, no se debe limitar a llevar una pequeña cantidad de dinero a una familia pobre para resolver sus problemas de consumo, sino inducir a que ese dinero se convierta en capital. Y para ello es necesaria la definición y protección del derecho de propiedad por parte del Estado, porque sin propiedad privada, sin mercados y precios, sin división del trabajo y sin empresas, sencillamente no hay capital, elemento necesario para atender las causas estructurales de la pobreza en una sociedad dada.

En resumen, el microcrédito es un formidable instrumento para combatir la pobreza, pero sin estado de derecho, ni libertades económicas, sólo será un débil paliativo para mitigar la pobreza de los más indefensos. Toda institución, especialmente si está destinada a vencer un flagelo tan enorme como la pobreza, necesita en síntesis que la sociedad le otorgue dos elementos vitales: libertad y seguridad. Elementos que los venezolanos ansiamos para despegar del caos social que vivimos en la actualidad.